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HOMICIDIOS DE UNA NACIÓN NARRADOS POR SIETE MUJERES

Pieza que reflexiona sobre la violencia en Panamá. Siete mujeres de distinta edad y perfil social narran los nombres de las víctimas de asesinato durante 2012.  

El espacio aséptico e irreconocible converge en la lectura de la violencia en Panamá, intrínseca a la sociedad al margen del lugar geográfico en el que se comete el asesinato. Las mujeres, reflejo del perfil ecléctico y contemporáneo de la sociedad panameña, son la estructura narrativa y la línea argumental que tiene como trasfondo la violencia y la construcción de la familia.

La obra utiliza como referencia un estudio estadístico sobre homicidios y asesinatos cometidos en Panamá publicado en un periódico panameño durante tres años. 

Panamá es uno de los países más seguros de América Latina y Centroamérica. Sin embargo, la violencia no debe ser olvidada. Según las estadísticas recogidas en el estudio, en 2011 hubo 725 muertos. En 2012 se cometieron 525. Al comparar los homicidios con poblaciones de mayor volumen demográfico, se produce el contraste. Panamá con una población de 3 millones y medio registra más homicidios que Nueva York, que con cerca de 8 millones de habitantes, registró 400 homicidios en 2012.

LOS CIEGOS NO PUEDEN VER EL MAR

El punto de partida de este trabajo es la posibilidad de concebir Panamá como una isla. El mar, aunque pueda pasar desapercibido, está omnipresente. Con este planteamiento, distintos invidentes son conducidos a lugares delante del mar, donde en primera persona, lo tocan, lo escuchan, lo imaginan y lo idean, explorando su propio lenguaje para lograr encontrar aquellas palabras que definan su experiencia. Cada uno de ellos supera sus propias limitaciones confrontándolas con la inmensidad del mar, inabarcable para todos nosotros. 

La obra, en proceso, ha emergido gracias a Trampolín, un programa de formación y creación destinado a artistas creado por el Centro Cultural de España-Casa del Soldado. Trampolín, a través de una convocatoria pública recibió diversos proyectos artísticos, de los cuales siete fueron los elegidos. Destaca el comité encargado de conducir el proceso, conformado por Ernesto Calvo, ex director y curador jefe del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) de Costa Rica, Adrianne Samos, crítica de arte, y Donna Conlon, artista visual.

NOVENTA Y NUEVE DÍAS

En Noventa y nueve días, Ehrior Sanabria explora el confinamiento impuesto en Ciudad de Panamá, uno de los más severos de América Latina, como respuesta ante la pandemia de la Covid-19 y se sumerge en las consecuencias emocionales de esta reclusión social.

La obra fue producida el 1 de julio de 2020, día en el que se cumplieron noventa y nueve días desde el inició de la cuarentena más absoluta en Ciudad de Panamá, la cual se extendió durante más de seis meses, e incluso en la actualidad mantiene el toque de queda. Entre las medidas más particulares destaca la esperpéntica segregación por sexos, en la cual hombres y mujeres debían salir en días alternos, la ley seca, o la prohibición de salir los fines de semana.

La cuarentena total ha supuesto la pérdida de numerosos derechos por parte de los ciudadanos, quienes en su mayoría acataron obedientemente las nuevas normas, impuestas por los gobiernos, renunciando a libertades fundamentales. La covid-19 también ha exhibido las grandes carencias y fracturas políticas pronunciando la desconfianza de los ciudadanos hacia sus gobiernos y exacerbado la sensación de abandono.

Noventa y nueve días, Suheey Cotes actúa como elemento narrativo en este juego parcial en el que cuenta los días e intenta domar el tiempo. De esta manera, en la intimidad, se enfrenta a la soledad, angustia y ansiedad derivadas por el extremo aislamiento social, enfatizadas por la inquebrantable dinámica informativa de muertes y contagios, convirtiendo cada uno de sus días marcados en la pared como una lucha perpetua contra la incertidumbre por el final de la reclusión y de la enfermedad.

HIMNO NACIONAL

Himno Nacional plantea una situación ficticia como punto de partida en la cual presenta distintas personas que luchan por no ahogarse mientras cantan el himno nacional de su país. Con esta hipérbole se plantea una revisión a través de distintos himnos nacionales -como piezas canalizadoras y con un alto valor simbólico de los fenómenos patrióticos-, sobre el vínculo identitario y emocional que nos une a ellos en esa relación potencial de pertenencia, impuesta o sugestionada, colectiva o individual, tan perversa como efectiva en ocasiones.

En esta pieza se interpreta el Himno Nacional de Panamá.